viernes, 16 de octubre de 2009

EL FUTURO ES UN LASTRE Y UN ENIGMA PARA DÉBILES Y MEDIOCRES, PARA LOS VALIENTES ES LA OPORTUNIDAD




El futuro puede verse de dos formas antagónicas, por un lado, como algo a lo que debemos temer por el mero hecho de estar fuera de nuestro control en la mayoría de los parámetros existentes y también como una oportunidad que nos otorga la existencia para poder alcanzar todos aquellos objetivos con los que alguna vez hemos soñado. No existe el destino, nada está escrito. Nuestras vidas son páginas en blanco sobre las que escribimos, nosotros quizá no podamos elegir el color de la tinta, quizá tampoco podamos elegir en la mayor parte de las opciones hacia donde se dirigirán las letras, o el contenido de todo lo que nos rodea, sin embargo, podemos inclinar la balanza a nuestro favor cuando se nos presenta un desafío.
Por ello, podemos ver el futuro de dos formas, por un lado como algo desconocido que nos provoca temor y nos paraliza o como una oportunidad para lograr todo aquello que hemos deseado conquistar siempre.
Yo prefiero ver el futuro mirando hacia delante, nunca hacia atrás, con la percepción de que el éxito se alcanza con valentía, arriesgando lo que la razón nos indique y siempre situándonos en una vanguardia, sin miedo a ir por delante.
¿Podemos equivocarnos? Quizá, pero preferiría situarme en esa vanguardia aún con algunos errores que quedarme postergado en posturas inmovilistas que no serán desde luego las que saquen a nuestra civilización de su enorme crisis existencial. La economía es sólo la cara visible del iceberg. Como siempre he dicho detrás de la economía hay otros factores que determinan el éxito de una sociedad y la nuestra no ha sabido encontrar esas oportunidades de las que comencé hablando en este artículo. Son oportunidades perdidas e irrecuperables que deben abrirnos los ojos para darnos cuenta de que no podemos continuar con el vaso roto y derramando el líquido que sigue cayéndonos en estos momentos.
No debemos ser una carga para el futuro, debemos ser la locomotora, debemos dirigirnos con un rumbo, planificar el mundo en el que deseamos que vivan nuestros hijos, pensar en lo que se merecen, en la herencia que estamos entregando y también en el mundo en el que nos gustaría vivir. Por ello invito a todos los lectores a que reflexionen y me digan si realmente merece o no la pena seguir luchando con el énfasis del cambio.

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